El domingo día 26 de agosto, mientras las playas asturianas estaban abarrotadas de gente, nosotros, un grupo de enamorados de los hongos decidimos salir en su busca. Sabíamos que las condiciones no eran las más adecuadas, pero lo que no imaginábamos es que eran tan extremas.
Tras dos horas de caminata con un calor que se caían los páxaros, y el descubrimiento de un joven y solitario Inonotus híspidus como única curiosiodad micológica, llegamos a un altozano en donde un abrevadero seco, testificaba el grado de humedad reinante; más o menos el 0%, o sea, que ni una seta que colocar bajo la lupa.
Poco después de desandar lo andado, llegó la hora de dar buena cuenta de la intendencia; bebidas frías, tortilla de patatas, suculentos ibéricos, pimientos fritos, quesos variados y una exquisita empanada cuyo relleno, nos sonaba a algo de lo que andábamos buscando.
– El relleno – dijo la autora de la empanada – es de boleto edulis, y espero que os guste.
Por fin, tras cuatro horas de seca montaña, bosques calcinados, repechos polvorientos y arroyos sin agua, pudimos ver unas setas, eso si, descongeladas y cocinadas, pero setas al fin y al cabo. A partir de ese instante privilegiado, el domingo comenzó a hacerse más entrañable, y olvidado el cansancio, el buen yantar, la conversación, las bromas y la promesa de una próxima excursión bajo el pretexto de las setas, nos reconcilió con una Naturaleza que nos quiso poner a prueba bajo un sol de justicia.
Y aquí el testimonio del hallazgo
Es parásita de caducifolios, especialmente de álamos, olmos, manzanos o, como este joven inmaduro de la foto, del fresno. De ahí que se le conozca como «Yesca Peluda» del fresno.